¿Has fracasado al tratar de conseguir tu objetivo? Enhorabuena, vas bien
Muchas personas tienen claro lo que quieren conseguir o mejorar en sus vidas, pero no asumen que eso exige atravesar el camino que les llevará hacia ello. Vivir en la sociedad de la inmediatez, donde todo tiene que ser “ya”, desde luego, no ayuda. No obstante, quizá lo más difícil sea entender, en un sistema educativo como el nuestro, que nos inculca una percepción negativa del fracaso, que ese proceso que hemos de atravesar está lleno de dificultades que nos van a derrotar una y otra vez porque la intención positiva, tras esto, es hacernos más fuertes. Sufrimos cada derrota como “la derrota”, sin pararnos a pensar que son sólo pruebas necesarias que nos prepararan para ser capaces de alcanzar nuestros sueños.
Cuando somos pequeños y aprendemos a andar, nos caemos una y otra vez. ¿Nos impide eso levantarnos de nuevo y seguir intentándolo hasta conseguirlo? No. Por tanto, todos tenemos dentro de nosotros, de manera innata, ese espíritu de superación, ese no saber que no se puede, que nos ayuda a conseguir todo lo que nos proponemos, sólo se trata de rescatarlo y traerlo de nuevo al momento presente.
Todos conocemos, además, la biografía de Steve Jobs, despedido de Apple a los treinta, la empresa que él mismo había creado. Lejos de rendirse, y superado el revés, comenzó de nuevo. ¿Desde cero? En absoluto. Llevaba consigo todo lo aprendido hasta el momento. Con el tiempo entendió, como cuenta en su discurso de la Universidad de Stanford, que eso fue lo mejor que le pudo haber pasado. Entró en el periodo más creativo de toda su vida, creo NeXT y Pixar. En un giro inesperado de los acontecimientos, Apple compró NeXT y Jobs volvió a su empresa distinto, mejor, y creó cosas increíbles que hoy seguimos disfrutando. Él insiste en que el secreto es disfrutar con lo que haces, que no es sino otra forma de decir: disfruta del proceso que te lleva hasta la meta.
Para trasladarte la importancia del proceso, voy a usar la metáfora de “el viaje del héroe”. Te cuento…
Existe un patrón común en la línea argumental de tus novelas y tus películas favoritas que se denomina “el viaje del héroe”. Se trata de un esquema que ya desarrolló el mitógrafo Joseph Campbell en 1949 en su libro El héroe de las mil caras y que se usa habitualmente en talleres de escritura creativa, pues se puede aplicar con éxito a cualquier narrativa.
Tal vez recuerdes que en el colegio, cuando te mandaban escribir un cuento, siempre te aconsejaban seguir tres pasos: inicio, desarrollo/nudo y desenlace. Pues bien, “el viaje del héroe” se corresponde con 12 etapas repartidas en cada uno de esos pasos. El esquema podría ser el siguiente (te marco en negrita las etapas para que las identifiques más fácilmente) y lo siguen, básicamente y te darás cuenta, todas tus series de Netflix favoritas:
Inicio: el protagonista de la historia vive en un mundo ordinario (1) y recibe la llamada a la aventura (2), es decir, a salirse de su rutina previamente establecida. Esto viene provocado bien por algo que quiere conseguir o simplemente porque se le presenta un conflicto que no ha escogido. Sea como fuere, eso significa que ya nada volverá a ser igual. La primera reacción del protagonista es rechazar esa llamada (3), pues siempre es más sencillo permanecer en la zona de confort, donde se siente seguro, e ignorar cualquier invitación al cambio. No obstante, aparece el maestro (4), el mentor, el que entrega las herramientas necesarias a este personaje y lo empuja a emprender el camino y asumir el reto. Comienza la aventura (5).
Desarrollo/nudo: el camino del protagonista está lleno de pruebas y obstáculos y comienzan a sucederse tanto aliados como enemigos (6) de aquello que desea alcanzar. Algunos retos los supera, otros le derrotan y le dejan más débil pero, en cualquier caso, todo se convierte en un aprendizaje acerca de sí mismo, de lo que desea conseguir e incluso de sus enemigos, lo cual sin duda le aproxima y le prepara (7), de un modo más que necesario, para el desafío final (8), el que verdaderamente cuenta. Nuestro protagonista, al que sin duda, llegados a este punto, ya hemos cogido cariño, obtiene su recompensa (9), que unas veces es material y otras no. Finalizada la aventura, emprende el camino de vuelta (10). Pero, no nos engañemos, cuando todo parece enmendado y resuelto se presenta la última de las pruebas, la que puede arrebatar a nuestro personaje todo lo conseguido hasta ahora, la batalla final.
Desenlace: para el protagonista, no es sólo una lucha ahí fuera, sino más bien dentro, la cual acaba con una transformación interior (11) en la que se da cuenta, como consecuencia de todas las experiencias vividas, de que ya no es la misma persona que era cuando emprendió el viaje, sino una mejor versión de sí mismo y, ahora sí, está listo para regresar (12). Vuelve a casa con su recompensa, pero también sabiéndose más fuerte que al principio de esta historia, con el conocimiento de sí mismo, nuevos amigos y, en definitiva, diferente. El mundo ordinario al que vuelve, también, y como resultado de su cambio, ya ha dejado de serlo.
Esta metáfora podría aplicarse a cualquier objetivo al que tratáramos de llegar por nosotros mismos o con ayuda del coaching. Incluye una fase necesaria, el desarrollo/nudo, que tratamos de eludir siempre porque es la que nos trae dificultades, queremos ir del inicio al desenlace. Sin embargo, si somos capaces de entender que, en cualquier cosa que hemos conseguido en la vida, echando la vista atrás, esa parte ha estado presente y ha sido verdaderamente necesaria, tendremos menos miedo a enfrentarnos a ella cuando, en el momento actual, se nos presente de nuevo.
Si, en estos instantes, estás luchando por algo con todas tus fuerzas y atraviesas un episodio de debilidad o traspiés, recuerda que es sólo eso, un episodio dentro de una historia más grande. Forma parte del proceso que te está llevando, sin lugar a dudas, hacia un logro seguro. No te rindas, el camino sigue. Tú no pares, que vas bien.